domingo, 30 de noviembre de 2008


22/09/2004 > Miércoles > 7:15 a.m
{Hospital de Arlinton City}

Me siguen doliendo los ojos, pero esta vez consigo vislumbrar mi alrededor.
Estoy tumbado en una camilla de hospital, en una de las cientas habitaciones que tendrá este.
En la butaca, situada bajo la ventana una enfermera me clava la mirada como un felino, me vigila.
Sonrío tímidamente, y le pregunto que me ocurre, ella me dice decidida:
-Estará en el hospital hasta que sus heridas cicatricen, ahora descanse-
Me recuesto entre los almohadones y cierro los ojos notando como la presencia de la enfermera se esfuma de la habitación.

12:00 p.m
El sol baña mi cara y en la televisión dan un programa de prensa rosa.
Mucho ruido y una camilla entrando en la habitación, traen un paciente en coma... lo depositan en la cama justo al lado de la mía y acto seguido los médicos y enfermeros salen del cuarto.

-Aun no me ha dicho su nombre señor....- Oí decir a la voz del Dr. Ernest.
Después de una pequeña pausa prosiguió:
-No llevaba usted cartera, ¿desea que avisemos a algún conocido?-

Retiré la vista del nuevo compañero de habitación y mire cándidamente al Doctor...
-Maverick-
-¿Cómo?- Dijo arqueando una de sus espesas cejas.
-Llámeme Maverick, por favor... no hace falta que avise a nadie-
El Doctor me miró sonriendo suavemente, dio un vistazo rápido a los aparatos que me rodeaban y al paciente de al lado y abandonó la estancia.

Miré al hombre que yacía junto a mi.
Era un hombre de mediana edad tendría unos 40 o 45 años aproximadamente, su rostro estaba cubierto de cortes y estaba enchufado a un montón de cables. La visión que causaba era deplorable, habría hecho algo para remediarlo su hubiera podido.

{Soy Maverick, ángel de la guarda en los cielos del Señor, pero en mi estado actual, supongo que me expulsaron de mi cargo por algún error cometido que ellos no me dirían...
Cuando un ángel es expulsado, borra automáticamente (supuestamente) todo recuerdo sobre su trabajo anterior, excepto qué fue, …se le impone un nuevo cargo por orden de algún mensaje y una nueva faena, de ser atroz mi acción para que mi expulsión fuera irremediable, mi nuevo cargo sería Demonio, estos tiene la habilidad de caminar entre la gente y ser las “Malas Influencias Mundiales”... Pero hay un sin fin de Ordenes y no pretendo hablar de ellas ahora si no de mi.
Aparento unos 25 años, pese a que jamás dejo de ser joven, me quedo con la apariencia que tenía antes de morir, y de eso ya hace mucho tiempo...
Así que desconozco mi edad, tan solo se mi apariencia.
Mi pelo es del color de loos destellos del sol, dorado, mi piel blanca enfermiza, como mármol, y mis ojos azules a veces con la luz del sol se tornan a un color verde, un azul más oscuro... depende.
Alto, y delgaducho... Nací en un pueblo campestre cerca de la cuidad de Nueva Orleáns llamado Metairie.
De momento es todo lo que debéis saber de mi.}

-No podrías haber hecho nada Maverick- Dijo una voz grabe y dura desde la puerta.
-Este hombre está así porque intentó matarse arrogándose al vacío desde un 5º piso después de asesinar a su esposa e hijos.- Un silencio esperando a que yo respondiera...

Giré la cabeza sorprendido pero sin prisa por saber quien era...
Había un hombre ataviado de negro, con su melena rojiza recogida en una coleta impecablemente bien echa... ni un solo pelo se movía de su lugar.
Sus ojos eran azules, su nariz ancha, aunque no muy grande y su boca, aunque de labios finos era maliciosamente perversa.... iba extremadamente trajeado...

-Morgan- musité.. –Cuanto tiempo sin saber de ti ¿Qué fue de aquel chiquillo al cargo de Elisabeth?- Sabiendo que este había dejado de ser un chiquillo hacía años.

Emitió una sonora carcajada sin tener en consideración que estaba en un hospital.
-Deje de ser un chiquillo hace mucho.. como contemplas.. fallecí a los 40 años de edad en un accidente de tráfico.. sin hijos sin esposa... solo con recuerdos... ¿Dónde estaba Elisabeth en ese momento?-

-Sería tu hora alma en pena...- Sonreí siguiendo a Moran con la mirada.
Este se sentó a los pies de mi cama y contemplo al enfermo que estaba en coma.
-¿Te expulsaron del paraíso gran Fénix?- Rió burlescamente sin apartar la vista del hombre moribundo.

Morgan era un Demonio, sí, de los de verdad. Creo que me hablaron una vez de que también había Ordenes parecidas a las mías por parte de los Demonios.
Sinceramente jamás le pregunté a Morgan que Orden seguía, claro que tampoco me interesaba.
-Deduzco por tu “agradecida” sonrisa que sí, ¿Sabes porqué?-
-No, ¿Por qué te desterraron de aquel paraíso?-
Entonces fui yo el que río cual “alma lleva el Diablo” (Bonita frase dado lo que era, o había sido).
-La verdad es que yo tampoco lo sé- Dije encogiéndome de hombros con una leve sonrisilla en mis labios.
No conseguí en ningún momento que Morgan apartara la vista de aquel pobre hombre, aunque asesino, su estado era verdaderamente entristecedor.
-¿Has venido a llevártelo?-
Receloso Morgan cerro los ojos y inclinó ligeramente la cabeza hacia la derecha, entonces los abrió y me miró, no había sonrisa ninguna en su rostro, ni un ápice de burla, estaba con una expresión inerte, casi me intimido, pero lo conocía desde hace tanto tiempo que no lo consiguió.

-Aun no Maverick, aun no...- Dijo volviendo de nuevo la cabeza hacía el lecho de ese hombre.
Yo sabía que ese pobre desgraciado no viviría, pero tampoco tenía ahora claro cual era la razón de que Morgan estuviera ahí si no había venido a llevarse el alma del moribundo.
-¿Cuál es el motivo de tu presencia alimaña?- Le espeté mirando indignado a la puerta del cuarto por su presencia.
-He venido a visitarte, y a desearte suerte como “mortal” cuando salgas de este... centro... pero mi verdadera intención era verte tumbado en una cama y expulsado del cielo, así que sí... vine a regodearme- Una carcajada sonora volvió a salir desde el interior de su ser...

Su voz resonaba en mi cabeza, realmente no creí que fuera tan perverso, pero por algo acabó siendo un Demonio.
Rápidamente Morgan se levantó y abandonó la habitación mientras seguía riéndose de mi situación.

-Pobre chiquillo...- Musité. Morgan vivía en Queens un barrio de New York cuando yo lo conocí, había nacido en una familia rica, pero con unos padres separados se crió.
Una compañera mía, llamada Elisabeth tenía la responsabilidad de cuidar de su alma...
Pero parece ser que no estuvo cuando el murió a los 40 años de edad mortal.
Lo cierto es que por como me hablaba Elisabeth de él, creo que tuvieron un romance... pero nosotros tenemos prohibido mantener relación de cualquier tipo fuera de lo profesional con cualquier mortal.
-Menuda explicación- Pensé para mi mismo.

Ese día me lo pasé mirando toda la programación del miércoles 22 de septiembre.

Capitulo 1: “Mi Caída”




21/09/2004 > Martes > 24:00 h p.m
{En algún lugar de Arlinton City}
Me cegó aquella luz que me precipitó hacia el vacío...
Sentí el aire en mi cara... mis alas no me respondían.. Y mis ojos lloraban por el helado frío que golpeaba a estos.

Noté un fuerte golpe, intenté abrir los ojos, pero solo pude ver la sangre que de ellos salía, además de una luz tan intensa que parecía el mismísimo cielo; después de eso perdí el conocimiento.

Cuando abrí los ojos, vi un techo blanco.. tal vez de pladur, estaba algo amarillento, y el lugar olía raro.. oía ruidos de hierro sin aceite, ruedas girando, algo me decía que eso no era mi hogar, no veía a ninguno de mis compañeros...

Oí una voz que decía:
-Un poco mas y este jovencito no vuelve a ver el sol Doctor Ernest.-
Entonces supe que estaba en un hospital, me habían arrebatado mis alas de ángel.. ya no volvería a cuidar a nadie más..

Intenté levantarme de la camilla que me transportaba, pero cuatro manos me lo impidieron, me tumbaron de nuevo, me ataron con unos cinturones de cuero, y me pusieron una mascarilla que tapaba mi boca y mi nariz....
Hice un intento fallido de mover los brazos, quería tocarme la cara, no veía nada, tenía miedo de haberme quedado ciego a causa de la caída.
Noté una aguja fría que penetraba dentro de la piel de mi brazo, y un liquido frío que se extendía por todo mi cuerpo... acto seguido noté como el cuerpo no me respondía y volví a perder el conocimiento.

Números


Uno.
Siempre hay una primera vez para todo...